sábado, noviembre 20, 2010

Una hora, una tortura.

Ella sale a las 6:00am de su casa para la universidad. Tiene clase a las 7:00am y más tarde un examen oral, por eso, debe irse muy elegante. Está perfectamente peinada, maquillada y huele muy rico. Guarda los tacones en el bolso y usa unas pequeñas baletas para no sentirse tan incómoda. Hace frío y cae una tenue llovizna, debe ponerse la capota de su abrigo para que no se le dañe el alisado del pelo durante la caminada de 7 cuadras a la estación de Transmilenio; se le quedó la sombrilla, como raro, en la maleta que usó el día anterior. Recuerda que su mamá le advirtió que están atracando mucho por el barrio, que tenga cuidado y sólo salga con lo necesario. Prefiere no usar su mp3 porque le duelen los oídos, además debe estar pendiente del sonido de los carros que cruzan las calles en contravía y no hacen los pares reglamentarios.

En el camino, tres obreros en bicicleta y dos celadores le echan piropos sucios; ella, como está de buen genio, no les pone cuidado, pero le encantaría poder vengarse de alguna forma. Llega a la estación de Transmilenio a las 6:10am y cae en cuenta que por no haber salido diez minutos antes, los buses ya van muy llenos. Sin embargo, sabe que va con el suficiente tiempo de anticipación para tomarse un té de naranja con canela antes de entrar a clase.

Son las 6:15am, pasa el primer bus: está repleto, sólo caben 3 personas. Mientras tanto, todo el mundo en la estación empieza a empujar. Siente que hay un hombre detrás que se le está acercando mucho. Ella trata de correrse, pero el tipo más se le acerca. Trata de no ponerle mucho cuidado.

Son las 6:20am. Pasa el segundo bus: está repleto, sólo caben 6 personas, debe seguir esperando. La montonera de gente la sigue empujando y el tipo de atrás se le pega más. Ella se voltea a mirarlo muy mal y él le responde con una mirada desafiante.

Son las 6:25am. Pasa el tercer bus: está repleto, pero ella finalmente logra embutirse. Le toca acomodarse como pueda en la puerta. Parte de bolso queda atascado en las puertas del bus, un pedazo afuera, un pedazo adentro. Piensa: "en la siguiente estación arreglo eso". Queda en "sánduche": a un lado, tiene un señor que tiene tufo; al otro, un viejito con tos; al otro, un estudiante cualquiera con mal aliento y al otro un señor de unos 50 años. Sobra decir que a varios les siente su "protuberancia".

Son las 6:30am. El bus llega a la siguiente estación y se nota la cara de desesperación de las personas que saben que no alcanzarán a llegar a tiempo a su lugares de trabajo o estudio, pero que igual deben embutirse. De repente, un hombre al entrar se agarra de ella abusivamente, por lo cual ella dice: "Señor, por favor no se agarre así de mí", él le responde: "pero señorita, todos tenemos que llegar y a veces toca recurrir a esto", y ella dice: "sí, pero me molesta, por favor quítese". El hombre finalmente se retira y decide no subir al bus.

Durante el recorrido hacia su universidad, que dura media hora (ya no alcanzó a tomarse el té), el señor de 50 años que va a su lado aprovecha para tocarle la cola disimuladamente, aprovechando que lleva un maletín en la mano que queda a la altura de su cola, el viejito tose encima de ella y el estudiante con mal aliento está respirando por la boca porque tiene gripa. Trata de llenarse de paciencia para iniciar con buenas energías el día, pero le queda muy complicado.

Son las 7:00am, debe correr para llegar a tiempo a clase que es en el quinto piso de un edificio que no tiene ascensor. En medio del afán, recuerda que antes debe entrar al baño a retocarse, porque para este entonces, apenas una hora después de salir de su casa, ella ya está despeinada, sudada, con el lápiz de ojos corrido y el genio dañado luego de los abusos a los que le tocó someterse.

Son las 7:10am, entra al salón perfectamente peinada, maquillada, con los tacones puestos y haciendo buena cara. El profesor mira el reloj, no sin antes mirar su cola.

Su día apenas empieza.